sábado, 28 de junio de 2014

¿Tocamos a Cristina o tocamos la Constitución?


Últimamente estamos asistiendo a un ya cansino debate sobre la supuesta igualdad de todos los españoles ante la ley, que enfrenta desde posiciones irreconciliables a liberales y conservadores, amén de al juez Castro con su otrora "colega" y "compañero de copas" el fiscal Pedro Horrach y un sinnúmero de altas instituciones del Estado, "intelectualmente" alineadas en contra de la postura del instructor, lo que no ha dejado de sorprender a quienes todavía defienden aquello de la independencia de los tres poderes del Estado.

Pero, ¿de dónde nos hemos sacado esa frase tan "bonita" y tan manoseada en estos días de que todos somos iguales ante la ley?. Frase que, dicho sea de paso, sirve tanto para procesar a la Infanta, como a cualquier otro ciudadano en su misma situación, como para no hacerlo como demanda el fiscal, ya que no se la procesaría "de no ser quien es". 

Si echamos mano de nuestra Constitución de 1978, comprobamos que efectivamente, el Artículo 14 del Capítulo Segundo, dice textualmente "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".

Bueno, pues parece que queda resuelto el problema. Cúmplase lo que dice nuestra Carta Magna y ya está, aunque mucho me temo que el asunto reviste mayor gravedad y enjundia, ya que no corremos el riesgo de vulnerar el artículo 14, sino la práctica totalidad de las disposiciones contenidas en el Título I que recoge los derechos y deberes de los españoles. Vamos a realizar una rápida lectura del citado título para intentar diagnosticar si, como a mi me parece, el problema es bastante más grave que llamarse Borbón o Martínez, y se está vulnerando ostensiva y sistemáticamente la Constitución Española por parte precisamente de aquellos que presumen de ser sus máximos defensores. 

Para ello, basta con que respondamos afirmativa o negativamente a las siguientes preguntas/ artículos de la misma:

¿Existe una auténtica libertad de creencias y un Estado laico? (recordemos el "papel" e intervenciones de la Conferencia Episcopal, la financiación de la Iglesia Católica, sus privilegios fiscales, la nueva Ley del aborto,...) (artículo 16).

¿Se mantiene la libertad de expresión? (pensemos en el reciente cambio de directores y cierre de algunos importantes medios de comunicación "no afines") (artículo 20).

¿Existe derecho de reunión y manifestación? (incremento del grado de represión en determinadas manifestaciones, nuevo papel de la seguridad privada,..) (artículo 21).

¿Se mantiene el derecho a la tutela judicial sin que pueda existir indefensión? (de hecho, el incremento de las tasas judiciales ha "expulsado" a una parte importante de la población que carece de recursos para pleitear) (artículo 24).

¿Se mantiene el derecho a la educación? (fuerte aumento de las tasas académicas y reducción considerable de becas, comedor y transporte escolar,....) (artículo 27).

¿Se mantiene el derecho a la sindicación y a la huelga? (en estudio, la limitación de este último derecho) (artículo 28).

¿Sigue existiendo el derecho a la negociación colectiva laboral y al conflicto colectivo? (casi ha desaparecido con los recientes cambios en la legislación laboral, que tienden a individualizar las negociaciones) (artículo 38).

¿Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia? (repasemos las cifras más recientes de evolución de la pobreza infantil en España, el nº creciente de familias sin ningún recurso,...) (artículo 39).

¿Los poderes públicos promueven las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa? (es incuestionable que se ha producido un aumento creciente de las desigualdades, el nuevo modelo fiscal es más regresivo, ha aumentado la participación de las rentas del capital,....) (artículo 40).

¿Los poderes públicos mantienen un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que garantiza la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo? (se ha acentuado la caída y recorte de las prestaciones, y se van a gravar las indemnizaciones por despido) (artículo 41).

¿El Estado vela especialmente por la salvaguardia de los derechos económicos y sociales de los trabajadores españoles en el extranjero y orienta su política hacia su retorno (difícilmente va a hacerlo cuando el gobierno mantiene que nuestros jóvenes emigrantes se han ido a "correr aventuras", así que ¿para qué ayudarles a volver?) (artículo 42).

¿Se reconoce el derecho a la protección de la salud? (restricciones de acceso a los inmigrantes y desocupados de larga duración, copago en medicamentos y algunos servicios sanitarios, reducción de la cartera de prestaciones, aumento tiempo en listas de espera,..) (artículo 43).

¿Los poderes públicos promueven y tutelan el acceso a la cultura? (reducción muy significativa de ayudas, desprecio de miembros del gobierno hacia determinadas manifestaciones artísticas) (artículo 44).

¿Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada? (para qué comentar nuestra ley hipotecaria que lleva al desahucio a miles de ciudadanos y mantiene parte de sus deudas de por vida, con esos bancos a los que esos mismos ciudadanos han rescatado con enormes sacrificios) (artículo 47).

¿Los poderes públicos realizan una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos? (práctica desaparición de las ayudas a la dependencia, con las que ya estaba en contra el PP antes de la crisis) (artículo 49).

¿Los poderes públicos garantizan, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad? (revisión a la baja de las pensiones y endurecimiento de las condiciones futuras) (artículo 50).

La conclusión parece clara, o cambia este gobierno en los próximos meses, o habrá que cambiar la Constitución y no precisamente para dar encaje a la cuestión catalana, sino para eliminar el Título I, herencia clara de otros tiempos en los que Europa todavía seguía poniendo ladrillos en el edificio del Estado de Bienestar, en lugar de quitarlos, una vez desaparecidos todos los que forjaron el muro de Berlín.

Y siempre podremos aprovechar la revisión del texto para, de paso, quitar "la gallina" preconstitucional.

viernes, 6 de junio de 2014

Miedo a los jóvenes

Podemos estar tranquilos. Ni vienen los energúmenos de Amanecer Dorado, con la intención de hacernos marchar a todos al paso de la oca por el Paseo de la Castellana, ni están aquí los miembros del Partido del Trabajo de Corea aclamando con el puño en alto a su Presidente Eterno Kim Il-sung. Ese ruido ensordecedor, ese clamor creciente que poco a poco va llenando las calles y ocupando espacios en los diferentes medios de comunicación, es la juventud española que reivindica su sitio en la sociedad civil, pidiéndonos a los adultos que nos retiremos a un segundo plano.

Lo más paradójico de esta situación es que los adultos hemos pasado varias décadas quejándonos de que la juventud española estaba despolitizada y carecía de ideales, y ahora que sale a la calle masivamente y participa políticamente a través de alternativas “más frescas”, cuando no más democráticas que las hasta ahora mayoritarias, ponemos el grito en el cielo llamando a esos jóvenes “antisistema” y cómplices de los regímenes más deleznables que perviven  en el mundo.

Hayamos sido o no luchadores por la democracia en tiempos del franquismo, padres de la transición y protagonistas del consenso constitucional, simples espectadores, o de esos miembros de las generaciones siguientes que pasaron de los bares de “La Movida” a engrosar las filas de los principales partidos políticos,  somos orgullosos “propietarios” de esta democracia tan “singular”, y no vamos a permitir que ningún advenedizo (entre los que obviamente se encuentran nuestros hijos) se la cuestione, y ello a pesar de que día tras día, el olor a podredumbre y descomposición que emana de nuestro “sistema” es más penetrante.


Tal vez convenga aclarar que, ni todos los biológicamente jóvenes lo son realmente (apostaría a que Rajoy o Cospedal, nunca fueron jóvenes), ni todos los biológicamente adultos poseen una actitud conformista y contraria al cambio (caso de algunos “abuelos” como José Luis Sampedro o Stephan Hessel). Por desgracia, numerosas personas afiliadas a las juventudes de los grandes partidos, poseen “inquietudes” ajenas a las que caracterizan y ennoblecen a la juventud.

Aparte del sentimiento de “propiedad” sobre esta minusválida democracia y dejando de lado los intereses particulares de eso que tan acertadamente la gente de Podemos llama “casta”, probablemente nos enfrentamos a uno de los temores más tradicionales de todo ser humano y consiguientemente de toda sociedad, el miedo al cambio, a tener que replantearnos nuestra forma de pensar y nuestra conducta, mientras perdemos el control de la situación al tiempo que emocionalmente asumimos un elevado nivel de estrés. Y ante este temor, solo caben tres salidas: oponerse activamente (la mayoría de los adultos que militan en partidos tradicionales y/o sus lacayos de empresas y medios de comunicación), aceptarlo, aunque asumiendo un rol “victimista” (caso de algunos políticos y medios supuestamente progresistas), o aceptarlo e implicarse en dicho cambio con ilusión por el futuro (muy pocos adultos).

Pero , ¿qué es lo que ha convertido a la sociedad española (el 25% tienen menos de 25 años y el 40% menos de 35 años) en un colectivo de adultos resistentes al cambio?.


La respuesta está probablemente en el hecho de que Michael Jackson ha marcado un antes y un después en la historia de nuestro país. Superada la transición y la intentona golpista de Tejero, las elecciones generales de 1982 dan el triunfo al carismático Felipe González, mientras Michael  Jackson lanza su disco “Thriller” (el más vendido de la historia). Desde ese momento todo es una “gran fiesta” –España se convierte en miembro de pleno derecho de la CEE; cae el Muro de Berlín y sale a la venta la consola portátil Game Boy de Nintendo; se reunifica Alemania; España celebra la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona; se inaugura el museo Guggenheim de Frank Gehry en Bilbao y se comercializa la Viagra; entra en vigor el Euro, mientras Apple lanza el iPod; El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey consigue 11 Óscars; crecimiento económico “espectacular” con base en el ladrillo y en la especulación- fiesta que acaba en octubre de 2008, año en el que se produce el “crash” bursátil, tras la quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers y se inicia la crisis económica y financiera mundial más importante de todos los tiempos. Estados Unidos elige como presidente a Barack Obama (el primer afroamericano de su historia), pero ello no impide que Occidente entre en recesión en 2009, el mismo año en el que fallece “El Rey del Pop”.

Muchas fueron las “señales” que nos llegaron en los 7 años anteriores, pero por desgracia, o no supimos verlas, o no les dimos la importancia que tenían: atentado de Al Qaeda en NY, hundimiento del Prestige, invasión de Irak sin respaldo de la ONU, nuevos atentados en Madrid y Londres, y sobre todo y para desgracia de los españoles, la elección de Angela Merkel en 2005 al frente de la Cancillería de Alemania y,  por consiguiente, al frente del gobierno de la UE.


También en esos años “dorados” y con más relevancia si cabe que todo lo comentado, se produce una auténtica revolución en el mundo del Smartphone y de las redes sociales (Facebook, Twitter, WhatsUpp,..), escapando la información al todopoderoso control de los gobiernos y poderes fácticos, como en los últimos años han demostrado Julian Assange con Wikileaks y Edward Snowden, poniendo en jaque a la inteligencia de los EE.UU. y de otros países occidentales al desvelar numerosos secretos oficiales.

Nuestros jóvenes, la generación más preparada de la historia, con un pensamiento acorde con el progreso, y cada vez mayor interés por la política y con valores más “firmes” que los de la “sociedad adulta”, se resisten inicialmente a participar a través de instituciones que perciben degradadas (orientadas hacia el clientelismo y corruptas) e ineficientes, mientras el paro se ceba especialmente entre ellos (56% de los jóvenes entre 16 y 24 años), evidenciando la casi ausencia de oportunidades para lograr un empleo digno acorde a su formación, y condenados a seguir viviendo con sus padres (el 40% de los hombres entre 24 y 35 años). Confían en que los “adultos” les sacarán de esta situación, pero observan con estupor no exento de temor, como aquellos siguen “ajenos” a la terrible realidad de su presente y al drama de su futuro, porque se limitan luchan por sobrevivir en el día a día (más de 2,6 millones de parados sin prestación alguna, y más del 28% de la población en riesgo de pobreza), mientras la “clase política” mantiene sus pequeñas y egoístas batallas partidistas, y los escándalos por fraude, malversación, apropiación indebida, prevaricación, etc., van reforzando su indignación y hastío. Primero buscan participar a través de un sistema de democracia directa y asamblearia, tomando las calles, y por fin, a través de la creación de nuevos “grupos políticos” nacidos al calor de las redes sociales, en las que son líderes indiscutibles.

No importa si cunde el pánico entre los adultos “sostenedores” del “establishment” ni el hecho de que esos adultos sean de ideología conservadora o supuestamente progresista, y no importa que nos adviertan (y de paso, amenacen) con el inminente derrumbe del mundo conocido y con las plagas que inevitablemente sufriremos si llegan a perder el poder. Su momento, nuestro momento, ha pasado y hay que ceder el paso a los jóvenes, y darles la oportunidad de construir algo nuevo. 

Siguen de actualidad esos conocidos versos de la “España en Marcha” de Gabriel Celaya:

No vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,

aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.