lunes, 24 de marzo de 2014

De Suarez a Rajoy, o de los fusilamientos de Burgos al lobby feroz


Todos los medios de comunicación se prodigan estos días en panegíricos sobre la trascendencia que ha tenido la figura del presidente Adolfo Suárez, para la llamada transición y para nuestro presente. Asimismo, numerosos analistas y comentaristas políticos, defienden tesis que, partiendo de un diagnóstico más o menos coincidente sobre la realidad social española y europea del año 1975, intentan explicar el porqué del éxito de aquella transición, apuntando el carisma y habilidad del recién fallecido presidente, la existencia de unos líderes políticos con sentido de Estado, capaces de aunar voluntades y llegar a consensos, la juventud y deseo de cambio de la sociedad española, y la voluntad política del Rey de llevar a cabo dicho cambio.

El 27 de septiembre de 1975, tan solo dos meses antes de morir Franco, y pese a la unánime oposición internacional (Pablo VI incluido), se perpetraron los últimos fusilamientos del franquismo: dos miembros de ETA (en Burgos y Barcelona) y tres del FRAP (en Hoyo de Manzanares).

El proyecto político de la transición logra en tan solo tres años (1976 a 1978), y entre otras muchas cosas, instaurar una monarquía parlamentaria moderna, libertad de información, libertad de sindicación, la legalización de todos los partidos políticos, la amnistía de los delitos de opinión, la celebración de las primeras elecciones generales en 40 años, los Pactos de la Moncloa  y la Constitución. Estos logros tan espectaculares son posibles, porque instituciones claramente franquistas como el Ejército, amplios sectores de la sociedad civil ligados al Movimiento, o el propio Tribunal Supremo no se oponen a los cambios normativos y en particular, a la legalización del Partido Comunista; los nacionalistas vascos y catalanes, aceptan trabajar en un modelo que concilie sus intereses con la unidad de España; empresarios y trabajadores aproximan sus exigencias para lograr un acuerdo que nos saque de la crisis económica en la que el país está inmerso; la izquierda tiende la mano a la derecha, sin excluir a sus más destacados inquisidores y sin exigir compensación alguna por los 40 años de represión. Incluso el Rey se limita en esos años, a cazar ciervos, en lugar de elefantes o princesas alemanas.

Comparto la opinión –ahora generalizada, tras su muerte- de que este país ha contraído una importantísima deuda con Adolfo Suárez, y eso a pesar de que posiblemente no fue tan excepcional como ahora se afirma, a la vista del comportamiento de otros de los protagonistas de la época. Adolfo Suárez fue sobre todo un hombre inteligente y ambicioso, comprometido con su tiempo, que supo “canalizar” una voluntad colectiva de cambio, de reconciliación y de responsabilidad por parte de la mayoría de los españoles. Personajes como Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, Miguel Roca i Junyent, e incluso Fraga Iribarne, o el propio Rey Juan Carlos, y tantos otros, fueron dignos representantes de toda una sociedad comprometida con el cambio y dispuesta a aunar voluntades para facilitar esa tarea.

Sin duda, los españolitos de Machado –a diferencia de hoy- teníamos un referente y objetivo claro, queríamos ser europeos en su más pleno sentido, disfrutar de libertades y derechos sociales, como nuestros vecinos y también, aunque no en primer término (y ello a pesar de estar atravesando una crisis económica muy dura), mejorar nuestro nivel de vida en aspectos más materiales.

Unos días antes de las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977, Tierno Galván dio un mitin que llenó la Plaza de Toros de Valencia, lo que no pudo realizarse con los pobres recursos del PSP, razón por la que algunas personas solicitamos y obtuvimos la ayuda desinteresada de militantes de la USO y de la Confederación de Trabajadores Independientes para facilitar el necesario servicio de orden.  Al concluir el mitin, los pocos militantes con que contaba el partido y algunos simpatizantes, nos fuimos a un restaurante típico de Valencia (a Casa Balaguer), en donde coincidimos con un grupo de militantes de la UCD, también en campaña electoral. Al enterarse de que estaba con nosotros Tierno Galván y que iba a pronunciar unas palabras, y tras pedirnos permiso, todos ellos sin excepción se aproximaron a nuestra mesa a escuchar y aplaudir las palabras del viejo profesor. 

¿Es posible imaginar que ocurra algo similar en la España de 2014?. ¿Qué formaciones políticas y/o sindicales facilitarían personal a otras formaciones para hacer viable un mitin electoral?. ¿Qué líder y que ideas merecerían ser y/o serían escuchadas y aplaudidas por militantes de partidos rivales a escasos días de las elecciones?.

Parece inevitable preguntarse en qué medida resulta de aplicación lo expresado por Jorge Manrique en las Coplas a la Muerte de su Padre: ¿Cualquiera tiempo pasado fue mejor?. ¿Eran mejores los políticos de esos años?. ¿Eran mejores los partidos políticos y las instituciones del Estado?. En definitiva, ¿éramos mejores los españoles?.

Dado que el momento actual es casi tan relevante como el de entonces –no queremos salir de una dictadura, pero sí de la mayor crisis económica conocida que, entre otras consecuencias, ha llevado a cuestionar y parcialmente a desmontar el modelo europeo de Estado del Bienestar- y la sociedad española no está peor preparada (aunque sí más "envejecida"), ni menos preocupada por su futuro, ¿Por qué no somos capaces de fijar un objetivo común, que movilice a la sociedad española, y de  señalar el camino para alcanzar dicho objetivo?.

Supongo que la respuesta es obvia, porque somos diferentes a los españoles de 1975 y no perseguimos el mismo objetivo. Mientras una parte importante de pueblo español queremos recuperar una sociedad de hombres y mujeres libres, con empleos dignos y derechos sociales, y con representantes dignos (sin corruptos entre sus filas), otra parte, -posiblemente pequeña pero que se ha hecho con el control de todas las instituciones- busca tan solo mejorar su situación individual y la de su privilegiado colectivo, implantar un nuevo modelo en el que prime la eficiencia sobre la equidad, siempre desde una óptica de mercado, compitiendo en un mercado global y con las mismas reglas del juego (por injustas que estas puedan llegar a ser), minimizando en aras a la citada eficiencia, las prestaciones sociales y los mecanismos que garantizan la igualdad de oportunidades.

"Juntos podemos", pero mucho me temo que previamente tenemos que desalojar del poder político a los sicarios neoliberales del poder real,  de ese colectivo que antaño gobernaba desde las sombras y que ahora se muestra en público sin el menor pudor, dando consejos al poder político con el que comparte asientos en Consejos de Administración y en restaurantes de lujo. Colectivo integrado por personajes como Brufau (Repsol), César Alierta (Telefónica), Emilio Botín (Santander), Francisco González (BBVA), Florentino Pérez (ACS), Amancio Ortega (Inditex), Isidro Fainé (La Caixa), Martínez Alonso (IBM), J.M. Lara (Planeta), Juan Roig (Mercadona), Borja Prado (Endesa), Ignacio Galán (Iberdrola), Isidoro Álvarez (Corte Inglés), y tantos otros, que en torno a think thank de marcado tinte liberal, como el Real Instituto Elcano, El Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE), o la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), generan y trasladan ideas "útiles" para los responsables políticos carentes de ellas, ideas alineadas con sus propios intereses privados (actuando muchas veces como auténticos lobby), y que sirven para “modelar” la opinión pública. 












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